Entre tanto naufragio
las bestias hambrientas
no saben reconocer
un velero herido.
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La promesa de las olas
la primicia del viento
en el agua
solo restos
que se alejan.
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Tanto mar en tus ojos
perdona este viejo velero
sostenido de lágrimas.
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La vela rasgada por el viento
el mástil enmohecido
los peces girando
el timón dormido
mar y sol sostienen
la lluvia de sal
que lo acaricia
Atina el horizonte…
abre los ojos…
otra tormenta se avecina.
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Las lágrimas suceden
como islas que se alejan.
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El que no sabe partir
reconoce poco
el abismo de mar en sus ojos.
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Sobre la arena
con el sol teñido en su espalda
cansado de buscar islas
el naufrago…
Respira.
Cesar Augusto.
viernes, 16 de octubre de 2009
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